La intensa actividad comercial de la riquísima Tartesia con los pueblos del próximo oriente y del mediterráneo oriental dejó muchos vestigios históricos que nos hablan de los primeros poblamientos del actual territorio de la villa de Almonte, algunos de los cuales se remontan al siglo VIII a.C., dedicado a la producción de plata. Muy próximo al casco urbano se hallan restos arqueológicos de dos villas romanas, una de las cuales fue ocupada durante los siglos II al VI de la era cristiana. En el Parque Nacional de Doñana, paraje del Cerro del Trigo, se hallaron recientemente restos de una factoría Imperial Romana dedicada a la fabricación de salazón en la orilla del antiguo lago Ligustinus.

En época musulmana y según sus propios cronistas, se destaca la importancia de la cría caballar en las marismas almonteñas; antiquísima tradición que ha culminado en la declaración de la raza caballar marismeña como autóctona. El territorio de Almonte quedó adscrito, en las últimas centurias de la dominación árabe, en el amplio alfoz del reino taifa de Niebla que se extendía desde la desembocadura del Guadalquivir hasta el Algarbe portugués. En la segunda mitad del siglo XIII (1262) se incorpora a los reinos castellanos y el propio monarca Alfonso X elige las extensas marismas de Hinojos y de Almonte como cazadero real, erigiendo en él una pequeña ermita donde se veneraba la imagen de Ntra. Sra. de Las Rocinas, que dio origen, con el tiempo, a la hoy conocidísima Romería del Rocío. Este rey promulga en 1269 la primera ordenanza de veda de este territorio, declarándolo reservado a la caza mayor. En el año 1335 la corona castellana crea la villa de Almonte, la dota de territorio y la entrega en señorío jurisdiccional a D. Alvar Pérez de Guzmán, Alguacil Mayor de Sevilla.

Tras casi una centuria de intentos y compras a los herederos de Don Alvar, la Casa Ducal de Medina Sidonia se alzó con la jurisdicción señorial de la villa de Almonte en el año 1499, único territorio que le impedía unir sus extensos territorios de Huelva y Cádiz. Como señor de Sanlúcar de Barrameda, el Duque de Medina Sidonia se anexionó el bosque de la Rocina, antiguo Coto de Doñana, al establecer la corona su cazadero real en el paraje del Lomo del Grullo, hoy Coto del Rey, en términos de Villamanrique e Hinojos, quedando como linde natural el arroyo de la Rocina o Madre de las Marismas. El Coto de Doña Ana quedó reservado para las actividades cinegéticas y de la cría de ganado vacuno, principalmente, aunque hubo intentos en el siglo XVIII de iniciar algunas actividades agrícolas que fracasaron por la escasa fertilidad de su suelo, donde sólo cuajaron los plantones de pinares. En los siglos XVII y XVIII fueron visitados por los monarcas españoles; tradición que en nuestros días se ha ampliado con estancias esporádicas de los diversos presidentes del gobierno. El arroyo de la Rocina y su entorno inmediato fue comprado por el concejo de la villa al Duque en el año 1583 pasándolo al aprovechamiento común del vecindario para la pesca, extracción de juncos, sanguijuelas, etc..

Durante todo la Época Moderna (1492-1812), la villa de Almonte estuvo dominada por la política y el gobierno de la Casa Ducal, que se sustentaba a su vez en una oligarquía rural de unas pocas familias hacendadas que controlaban el gobierno municipal. En estos siglos se pasa de una economía predominantemente ganadera a una agricultura precapitalista, no sin importantes roces entre ganaderos y agricultores, habida cuenta de la enorme extensión que suponían los baldíos comunales de Almonte, que conformaban casi el 70% de su territorio. A pesar de su inicial aislamiento geográfico, el descubrimiento de América provocó un intenso tráfico comercial de los pueblos de Huelva, Sevilla y Extremadura en el territorio de Almonte para abastecer a la flota de Indias y a los poblados puertos gaditanos, especializándose la economía almonteña en la producción de aceite para la exportación. Esta actividad comercial en su territorio produjo la primera expansión intercomarcal de la devoción hacia la Virgen del Rocío y su santuario en las marismas, punto de confluencia de caminos y trajinantes hacia Sanlúcar de Barrameda.

En 1653 el pueblo de Almonte nombra a la Virgen del Rocío Patrona de la villa y son frecuentes las “venidas” de su imagen al pueblo para rogarle su intercesión ante las sequías, las epidemias, etc., hasta que desde 1949 su venida es periódica cada siete años. En el siglo de Las Luces, los ministros ilustrados de Carlos III propiciaron la creación de una nueva población agrícola en los alrededores de la ermita del Rocío que perduró desde 1788 hasta 1810 con la llegada y ocupación de las tropas napoleónicas. Las escaramuzas guerrilleras de los almonteños contra las tropas de ocupación francesas en agosto de 1810 dio origen al conocido como Voto del Rocío Chico, que se celebra desde de 1813.

El siglo XIX fue una centuria de general decaimiento de la villa de Almonte en todos sus niveles, sociales, económicos e incluso religiosos, como ocurriera en otras muchas zonas de España; con años de graves crisis de subsistencia y hambrunas generales de la población, que trajo muchas enfermedades endémicas, lo que a la larga potenciaría movimientos de protestas obreras y los primeros intentos de reforma agraria. Las distintas desamortizaciones convirtieron los bienes comunales y de propios en privados, restando a las economías más humildes los seculares aprovechamientos silvopastoriles de aquellos terrenos, muchos de los cuales se pusieron en cultivo, aumentando la producción oleolícola y vitivinícola pero aumentando también el número de jornaleros o braceros que dependían de la estacionalidad de las cosechas.

Hoy en día, al inicio del siglo XXI, la villa de Almonte dispone de una población de más de 20.000 habitantes en constante crecimiento, para cuyo desarrollo socioeconómico se está apostando desde el gobierno municipal por fomentar los modelos emanados de los acuerdos internacionales de Río de Janeiro y de Aalborg en pro de la sostenibilidad.  Iniciativa que se concreta en la implantación de una Agenda Local 21. Tradición y nuevas tecnologías agroalimentarias conviven en este extenso término del suroeste peninsular.

No se puede hablar de la Historia de Almonte, sin dedicar un capítulo a la Virgen del Rocío. Históricamente, se tiene constancia de que Alfonso X fue quien mandó levantar la ermita de Santa María de las Rocinas a orillas de las marismas del Guadalquivir entre 1270 y 1284 aunque cuenta la leyenda que la imagen de Nuestra Señora del Rocío, fue hallada a comienzos del siglo XV, por un vecino de Almonte en el interior de un bosque lleno de zarzas y de muy difícil acceso llamado La Rocina. El campesino sacó con mucho esfuerzo la imagen de entre la maleza y cargándosela a hombros se dirigió al pueblo. En mitad de su camino, decidió descansar y se quedó dormido. Al despertar descubrió sorprendido que la imagen había desaparecido, y por un presentimiento volvió al lugar donde la encontró originariamente y allí estaba. Tras contarlo a las autoridades, se dirigieron al lugar y vieron la imagen, por lo que dedujeron que esta les estaba indicando que quería quedarse allí y decidieron construir en el lugar una ermita para albergarla. La llamaron la ermita de la Virgen de las Rocinas.

En 1653, se constituye la Hermandad Matriz del Rocío, y en el siglo XVIII comienzan a peregrinar las hermandades filiales de Villamanrique de la Condesa, Pilas, La Palma del Condado, Moguer y Sanlúcar de Barrameda. En 1722, tras numerosas peticiones al Ayuntamiento de Almonte, el Duque concede la licencia para la celebración de la feria en el Rocío, que tras ser avalada por el Corregidor, Justicia Mayor y Capitán General de su Majestad el Rey desde El Escorial, se le denominó Real Feria del Rocío.

Tras el terremoto de Lisboa de 1755, la ermita se destruyó y hubo que construir otra. En 1961, se decide construir un nuevo santuario, inaugurado en 1969. Alrededor de éste los almonteños levantaban sus chozos para albergarse y asistir a la procesión de la Virgen. Poco a poco estos asentamientos se hicieron estables, hasta constituir hoy en día todo un entramado de casas y calles que ha adquirido la entidad de aldea.

Hoy en día, la romería del Rocío constituye uno de los actos marianos más importante en el mundo, llegando a concentrar a más de un millón de personas, que contagiados del folclore y alegría popular disfrutan de esta romería en honor a la reina de las Marismas.